sábado, 14 de agosto de 2010

EL CULTO AL CUERPO

Hoy voy a dedicarme en exclusiva al verdadero culto al cuerpo, mucho más gratificante y mucho más duro que hacer ejercicio (ojalá fuera con ejercicio).
Empiezo por la cabeza y en ella el pelo, observo el mechón de canas e inmediatamente me doy cuenta del dolor que lo provocó que al igual que las canas ya nada volvió a ser lo mismo, puedo teñirlas sabiendo que volverán, como la pena que lo provocó te recuerda que convives con ella y podrás taparla pero está y estará allí de por vida.
Continuo por la cara, sus arrugas, sus cicatrices, me recuerdan lo que he llorado, lo que he reído, parece que mis arrugas me dicen que paso mucho tiempo enfadada ¡tengo que relajarme y reírme más!, aquel columpio de hierro grabado en la esquina de la frente me trae una sonrisa, ¡todavía recuerdo el golpe!.
En mi cuerpo las estrías aparecen como los ríos atravesando las praderas plagadas de flores con sus valles y montañas llenas de vida, solo que en mi cuerpo los ríos alimentaron la sangre de mis hijos y sus valles y montañas acunaron su vida, sus sueños y sus alegrías.
En mis rodillas figuran las marcas de los tropezones y de las caídas de la vida recordándome que puedo volverme a levantar.
En mis manos se refleja mi trabajo, mis baches, mis caricias, mis enfados…
Ahora me veo al completo, como una vitrina del pasado, con sus medallas y sus derrotas, como si llevara encima de mi no solo yo, sino todo mi pasado, cada día está grabado en mi piel por surcos, rayas, dibujos… la mejor forma de adorarse para hoy será marcar un poquito más mi arruguita de la risa.


Por: ANA ISABEL MEZQUITA DUQUE (negro)

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